El ciego guardián tullido domina la costa con la paciencia de un vegetal mudo
Abajo el naufrago aburrido se postra en el ejercicio de mirar fijamente la amargura de su ombligo por no ser testigo de nada mas
En el cielo las aves se gritan unas a otras sobre el goloso espectáculo de la rotura y el desorden
Y el viento sopla
Ahora recuerdo, otra vez mas, como tu me escribiste una vez... Que el mismo viento que rompió mis velas y aplasto mis naves contra las rocas, es el que hace volar a las gaviotas
jueves, 27 de diciembre de 2007
Shakespeare nos felicita la Navidad (a mi y a mis plantas)
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